viernes, 25 de octubre de 2019
bach, el hombre
De
repente descubrí, por un biógrafo llamado Ted Gioia, que Bach no era un santo. El músico de la cristiandad, un luterano a carta cabal, era un hombre de este mundo. En efecto, una reciente biografía muestra que no solamente componía música celestial, sino que
su órgano le permitió procrear 22 hijos en el largo periodo de su vida. Nadie
habla de su matrimonio con una adolescente, ni del consumo de cerveza que le
pedía a sus benefactores, ni los constantes problemas disciplinarios que
causaba en su relación con sus alumnos de música. Era un poeta musical que
inventaba sinfonías, oratorios, cantatas, pero también tonos y arpegios y demás complacencias que los soberanos de su época le retribuían generosamente. Gracias a ese confort fue percibido como un hombre
del status quo y, dice el biógrafo, al parecer era porque el status quo se adaptaba a su
creatividad y sus prerrogativas: cuando era necesario forzar a los burócratas de
la Corte, los forzaba con su influencia para así demostrar su independencia
musical ante los poderosos. Para Gioia, Juan Sebastian Bach era un rebelde subversivo y así lo
demuestra una semblanza no convencional de un familiar ilustre de las catedrales y sus órganos descomunales.
miércoles, 16 de octubre de 2019
peligro a la vista
Este es un cuento de Juan Armando Epple, un cuentista chileno, y dice así:
El coronel ordenó, mientras observaba con recelo a la
estudiante:
—Revisen también el dormitorio.
Al rato volvió un cabo:
—Mire lo que encontramos, coronel. “Las armas
secretas”, de un tal Cortázar.
Al coronel se le iluminó la cara.
lunes, 14 de octubre de 2019
cuento erótico
Un cuento sorpresivamente antierótico --los hay-- es de Alejandro Rossi: "La besó, la arrinconó, le mordisqueó el cuello, la desvistió, le acaricio los amplios senos y le explicó la plusvalía".
domingo, 13 de octubre de 2019
la moral virtuosa
El debate del MeToo, que ha gastado mucha tinta en los medios mundiales, posee algunas
derivaciones interesantes en el campo de la literatura. Por ejemplo, un
bloguero se despachaba contra Roman Polanski y sus desafueros hace años con una
menor de edad, motivo por el cual ha sido vetado en varios países y
organizaciones. Pero hubo una respuesta inesperada que daba pie para empezar a tramitar
el debate: "¿Pero qué puedes decir de sus películas? Son formidables. ¿O
es que el arte no importa?" Lo mismo podría decirse de Woody Allen y los relatos de Foster Wallace.
Este tipo de apreciaciones en las redes sociales subsisten cuando, a
manera de réplica, empezamos a preguntarnos por las razones que hicieron que
Shakespeare abandonara su familia, o que Norman Mailer, en algún arrebato de
mala hora, apuñalara a su esposa. La pregunta que sigue es si debemos amar a
las personas solamente porque son moralmente virtuosas.
viernes, 11 de octubre de 2019
personas como murallas
Hay personas como algunas casas: llenas de cuartos vacíos y de alcobas
colmadas de cosas inútiles y protegidas con altas paredes que no dejan ver
nada sino la oscuridad de los muebles antiguos y
desvaídos. Son personas hechas de escudos, de torres y de castillos –como esos
de San Felipe, con agujeros para los cañones-- que quieren ser todo lo
impenetrables que se pueda para que la desconfianza no se les vea en
medio de las barreras de su personalidad.
El miedo, si el miedo, las ha vuelto a ellas ocupantes especiales de
un espacio construido para que no penetre el mundo exterior (y quizás menos la
luz de afuera) de tal modo que se puedan conservar intocables todos sus
gestos, los ademanes que no se pueden revelar y las palabras que tapan su exposición ante los demás. Encerradas en sí mismas, estas personas se ponen lejos de una comunicación genuina y se van marchitando, a los ojos de los demás, mientras su persistencia en la muralla cobra su frutos en la soledad.
En cambio hay otras cuyos espacios vitales son tan abiertos que entran más luces de las que debiera y así la casa donde habitan es una muestra de confianza a cuyas escalinatas uno se puede acercar con la creencia cierta de una hospitalidad fértil y larga.
jueves, 10 de octubre de 2019
la prueba estoica
Para muchas personas el enojo
y la frustración son la respuesta corriente que solemos darnos al no obtener o alcanzar
lo que queremos. Pero, según William B. Irvine, hoy puede hablarse de estrategias
alternativas a ese proceso negativo y una de ellas es la prueba estoica: cuando nos enfrentamos a un
revés debemos tratarlo como una prueba de nuestra capacidad de recuperación e
ingenio, como lo señalaron los filósofos que se ocuparon de estas respuestas como
Marco Aurelio, Séneca y Epicteto. Por lo menos que esto sea motivo de reflexión y una nota marginal para entender la resiliencia.
martes, 8 de octubre de 2019
la muerte de narciso
La ninfa Eco, contaba Ovidio, se enamora de un presumido
joven llamado Narciso, hijo de otra ninfa, Liríope de Tespia. Un dios del río,
cuyo nombre era Céfiso, amaba tanto a Liríope que la había rodeado con sus
corrientes, una y otra vez, hasta que la atrapó en sus trayectorias y logró concebir
un hijo con ella. La madre, preocupada por el bienestar de su hijo Narciso, decidió
consultar a un vidente, Tiresias, quien le dijo a la ninfa que el chico “viviría
hasta una edad avanzada mientras nunca se conociera a sí mismo”, según apunta la Wikipedia. Después de
Narciso haber rechazado el amor de la ninfa Eco, y haber causado con ello su
muerte al punto de que de ella solo se conservaba la voz, Narciso sintió sed y
se dirigió a un pozo a beber. La tragedia consiste en saber que el joven murió allí,
contemplando su propia imagen.
Percibirse, reconocerse,
observarse, es tal vez la verdadera tragedia de esta historia, contradiciendo
todos los procesos que conducen a sobrellevar la vida mediante el conocimiento
de sí mismo. Por supuesto que Sócrates se revuelve en su tumba porque Narciso
representa lo antagónico del saber y la existencia: el supuesto de que “solo sé
que nada sé” queda en entredicho y lo que parecía una historia de los dioses tutelares
se convierte en una aguda contradicción de la filosofía.
lunes, 7 de octubre de 2019
biografías y la historia
Desde hace rato vengo pensando que la historia se desbarata
con las biografías y, por supuesto, con las autobiografías. La subjetividad que rezuman estos textos es innegable y, por lo tanto, tienden a autodestruir el original. Solo los hechos
escuetos hacen viable y conocida a la historia. De resto, grandes trechos de
subjetividades van construyendo distintas clases de episodios, a menudo inconexos, que
unos cuantos se encargan de encadenar y otros de confundir. Creo que Popper
habló de esto algún día pero no estoy dispuesto a jurarlo.
sábado, 5 de octubre de 2019
los tres libros
Este episodio de la vida real
sucedió así: en un pasillo por el cual circulaban los cientos de participantes
del Congreso Nacional de Historia en Armenia, el pasado 3 de octubre, me
encontraba tratando de responder a la pregunta de un amigo antioqueño quien
quería conocer mi versión sobre los libros que se habían utilizado para la
enseñanza de la historia en Colombia en el siglo pasado.
En realidad la inquietud concreta
consistía en saber si el libro de historia de Henao & Arrubla todavía se
usaba o, por lo menos, si había un sucesor. En esos momentos pasó por mi lado
un miembro de la academia quindiana a quien agarré del brazo y, sin muchos
preámbulos, se lo presenté así a mi colega de Medellín: --“Mira, este es el
autor de la “Historia Socioeconómica de Colombia”, en compañía de la
historiadora Margarita Peña, un libro de culto que cubrió esta asignatura de
bachillerato por varias décadas al final del siglo XX”.
El tímido Carlos Alberto Mora
Buitrago bajó los ojos, se ruborizo un poco pero no atinó a negar que ese libro
suyo cobijó la enseñanza de historia en Colombia por un largo lapso con la
bendición del Ministerio de Educación de su época. Muchísimas ediciones y
ejemplares salieron de las imprentas de Norma entre 1983 y 2002 en un formato
de fácil lecturabilidad, ilustrado con mapas, cuadros, índices, dibujos,
borradores cartográficos y fotos antiguas y de actualidad. Alguien decía que el
famoso texto del mexicano Daniel Cossío hubiese podido ser una referencia de
Mora para elegir el formato más apropiado para la enseñanza.
Lo que Mora Buitrago suele omitir de sus trabajos en
torno a este libro es la verdadera noticia del mismo: en un debate del senador
Alvaro Gomez Hurtado al Ministro de Educación durante el cuatrenio de Barco, el
político levantó la mano con el libro de Mora diciendo que era una obra
comunista y por lo tanto que el ministro conservador debía retirarlo del
mercado y, por supuesto, de las aulas escolares. Así se hizo y el libro, hasta
la actualidad, pasó a las páginas de un Índice
conservador que se llevó de calle a otras obras, como los libros de Vargas
Vila, acusadas de pecados de los que habría que salvar a los jóvenes.
Mi reflexión personal va un poco más allá de la
anécdota: terminado el reinado del libro de Henao & Arrubla, sobre el cual
se han dicho muchas cosas, fue el momento de la “Historia Socioeconómica de
Colombia” en las aulas escolares. Y ahora, uno de los ilustres visitantes al
Congreso de Historia, Jorge Orlando Melo, ha escrito la “Historia Mínima de
Colombia” que cubrirá la enseñanza de la historia por muchas décadas más. Estos
tres libros, más el libro de Salomón Kalmanovitz sobre el mismo tema publicado
hace unos años, son un estupendo abrebocas histórico a la realidad económica y
social del país.
Creo que la inquietud de mi amigo antioqueño quedó
despejada y que nosotros también podemos encontrar, con estos testimonios, el pretexto para hacerle un
reconocimiento a quien no puede ya ocultar sus verdaderos y eruditos aportes a
la historia de Colombia. Mora Buitrago vive por estos andurriales y no solo es
un emblemático amigo de la academia, sino un investigador que aprecio y
respeto.
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