jueves, 12 de marzo de 2020

cuento sobre los ministerios


   En desarrollo de una historia anterior, se nos ocurrió que en definitiva debíamos hacer el esfuerzo de ser creativos en mi gobierno. Fue así como propuse diseñar los Ministerios de colores y de este modo se dieron las funciones de los dos primeros:
   --El Ministerio del Blanco se ocupará de las ovejas, de la nieve, de las nubes albas, de las gallinas blancas, del nácar, de los albinos y de los lecheros; del blanco de China que se usa como pigmento en la paloma blanca de Picasso, de los inodoros y los lavamanos; y cuando alguien sugirió la paloma de la paz le respondí que los más extremistas candidatizaban a los elefantes blancos sin darse cuenta que ellos dan mala reputación. 
   --El Ministerio del Negro se ocupará de la noche, de Mandela y sus seguidores, de las ovejas azabaches, de Louis Armstrong por supuesto, de las cajas negras, de las panteras de ese color, de la tinta Waterman, de los agujeros cósmicos, de las viudas negras y en especial de la franja inferior en la bandera de los angoleños que le hace el honor a todo un continente homónimo.
   Cuando nos proponíamos oficializar los otros colores, mi esposa reclamó que no le tocaran el pink pues el rosado era parte de sus obligaciones y solo ella decidiría cómo debía operar. Entonces dejamos la tarea para otra ocasión en que los planetas nos fueran más propicios. 

la bacinilla de batista

Una historia de Guillermo Angulo dedicada a Oscar Dominguez:
"Después de la revolución, me invitaron a Cuba a escribir el guión para una película sobre el secuestro de Juan Manuel Fangio. Como yo no conocía Cuba, decidí contar la historia con los ojos de un corredor italiano, o sea, como yo, un extranjero. Me estuve documentando, y una de las cosas que más me interesó fue ésta de la huida de Batista. Cuando ya el avión estaba listo para levantar vuelo, en la cabecera de la pista de Rancho Boyeros, Batista dijo: “Paren los motores. Se me olvidó algo importantísimo”. No valieron las advertencias de que los barbudos ya estaban llegando a La Habana. Él mando a un edecán a buscarle lo que se le había quedado en su residencia privada. Pasó un buen rato, y todos miraban nerviosos el reloj, mientras empezaban a oír explosiones y tiros de fusil. Finalmente apareció “el gallinazo del diluvio” con una bolsa negra, que contenía algo dentro que tintineaba. Se la entregó a Batista, quien, con una sonrisa, abrió la bolsa y sacó de ella dos preciosas y relucientes bacinillas de oro, mientras decía: “Yo sin ellas no puedo vivir. ¡Vámonos!”