Recientemente he aprovechado lecturas en torno a la biografía de algunos
personajes de la historia que, a través de sus realizaciones nos han contado la
clase de dedicación y de energías que ellos ponían en las empresas que creaban
u organizaban. Una de ellas, la de la señora Michelle Obama, nos ha sorprendido
con su narrativa fluida y agradable sobre su vida y su paso por la casa de los
mandatarios estadounidenses.
Pero leyendo los detalles de muchas de esas personas excepcionales que
suelen reconocerse como líderes de una sociedad, me di cuenta de que la mayor y
la más importante de sus virtudes es la perseverancia en su oficio, en su
tarea, en su profesión. En muchos momentos observé que la perseverancia es un
atributo positivo que ofrece muchas satisfacciones, al contrario de la
terquedad que parece una sombra negativa y no pocas veces un obstáculo que se
atraviesa en las realizaciones propias o en las de terceros.
Navegando en esas reflexiones caí en cuenta de otra situación relacionada
que he vivido de cerca en mi contacto con otros: hay sujetos no-perseverantes que disfrutan
haciendo muchas cosas a la vez, como picaflores que van de allí para allá
asumiendo responsabilidades, dejando huellas interesantes en algunos casos, y
permitiendo que su figura aparezca en varios sitios a la vez. Cambian de metas,
cambian de oficio, son muy serviciales, se comprometen a veces con causas utópicas, y por ello conservan
una trayectoria muy amplia de admiradores y amigos.
En definitiva se me ocurre que es tal la variedad de iniciativas que ellas
ofrecen sin perseverar, y el tiempo tan corto que pueden dedicarle a las muchas
opciones con las que juega, que estas personas están condenadas a ser mediocres. Encontré que el nombre preciso de este comportamiento es el de
la propensión a la mediocridad: porque esta tendencia de abarcar muchas
situaciones, de estar en todas partes, no le permite a su poseedor ser
excelente en ninguna y más bien ser un transeúnte temporal de todas las
oportunidades que le ofrece la vida. Su realización personal se posterga cada
día, en medio de la admiración de sus más cercanos ---aunque una muy privada e
íntima insatisfacción parece que lo corroe todos los días.
Con otras características, la propensión a la mediocridad aparece también en las sociedades modernas
cuando se resisten a alcanzar una identidad propia que les valga para sus
realizaciones. Hace un tiempo en mi región se hizo el intento de unir los recursos
profesionales y económicos de varias universidades con el objeto de establecer,
entre todas, unas misiones bien acertadas e incluyentes orientadas a trabajar
en favor del desarrollo de una región. En algún instante apareció el germen de
la mediocridad, representado por el egoísmo y el individualismo, hasta que se arruinaron las buenas intenciones de sus promotores que creían en la solidaridad como un
componente esencial del progreso.