Una de las ultimas confesiones de mi amigo Jorge Valencia Jaramillo se la dio al periodista Oscar Dominguez hace unos días. En ella reconoció: “No me arrepiento, NO, no me arrepiento de haber amado a
aquella mujer. Si,
no me arrepiento. Y, SI, lloro por esa mujer. Y es
claro, infinitamente claro, que seré el más melancólico de todos los muertos, de
todos los cementerios de este mundo”.
Los
aventureros del blog somos como los malos pescadores, marineros
desorientados que solemos otear el horizonte a menudo en la búsqueda de incertidumbres.
Pero, mientras tanto, seguimos echando las redes: algunos pequeños peces serán
capturados (unos curiosos, otros navegantes de paso, indiferentes los más y quizás algún y fiel persistente lector) pero al marinero ya no le importa si debe dejar el barco
al vaivén de los desinteresados o continuar con su faena. Finalmente, en medio de su incertidumbre, el grumete limpia las redes y las arroja de nuevo al mar proceloso de los indiferentes. Y así lo hará una y otra vez mientras le dure el entusiasmo y no tema confundirse por el rencor de los envidiosos o el silencio de los ausentes.