El presidente Lopez Michelsen tiene más
historias que Borges, unas muy ingeniosas y otras inventadas por sus amigos, o
sus enemigos. Pero una característica de sus comunicaciones era su enorme
capacidad de mirar el revés de los hechos, de distinguir al otro lado el
pespunte rústico en los tapices que lucían más hermosos por delante. Allí atrás
descubría aquellos asuntos por los cuales hacía pensar al país.
Alguien recuerda que le llevó a López
Michelsen un manuscrito sobre un libro en torno al derecho de amparo (que Lopez
importó de la legislación mexicana) con el ánimo de que se lo comentara.
Después que el presidente le dio una ojeada, el autor del libro le preguntó si
valía la pena publicarlo o tirarlo a la basura. Lopez dizque le contestó: “No
tengo tiempo para hacerle el prólogo, pero publíquelo: de tirarlo a la basura
se ocuparan sus lectores”. Otros asumen que esta historia es de Chejov, el
cuentista ruso.
Hablando de respuestas ingeniosas, López también
nos contó ésta solución de Kemal Atartuk, el padre de la Turquía moderna, que
es toda un clásico: para que las mujeres dejaran de usar el burka tradicional
en su país, inmediatamente llegó al poder emitió un decreto que decía: “Se
prohíbe el uso del burka en todo el territorio nacional. Aquella mujer que lo
lleve será calificada de prostituta”. Al otro día no había un burka en la
calle.
El jurista Jaime Castro nos contaba una vez
que cerca de Moniquirá hubo hace años un paro en rechazo por una carretera que
estaba por construirse para unir una población lejana y aislada con la vía
central a Duitama. Los ganadores (que le tenían miedo a la civilización, a la
televisión, a las putas y a las conservas) fueron los vecinos que habían creado
el “Comité Cívico Pro-Contra la Carretera” quienes se atravesaron con éxito en
este cambio por largo rato. Para los consultores gerenciales sobre la
resistencia al cambio, este es uno de nuestros mejores ejemplos. Tales ingeniosidades
también se pueden reunir bajo el nombre de “soluciones burka”.