Doctora
CECILIA
LOPEZ
El Tiempo
Bogotá
Apreciada amiga Cecilia,
Su columna del domingo pasado en El Tiempo trae una importante reflexión
sobre el liderazgo en Colombia que no quisiéramos pasar por alto. Fruto de mis
experiencias como consultor de organizaciones, vemos propicio el momento para
abrir las puertas a nuevas reflexiones en torno a tan significativo tema.
El concepto del liderazgo no
ha cambiado demasiado pero algunas condiciones del mundo moderno le han dado
una dimensión adicional: la influencia de las redes sociales y la
globalización, entre otras cosas, de alguna manera modifican mucho su comprensión.
Pero la esencia del liderazgo sigue siendo la misma, si nos atenemos a la
definición sencilla y práctica de que líder es el que domina el arte de la
inclusión.
Dicho concepto, abierto e
interactivo, está muy distorsionado entre nosotros: presumimos que cuando la
gente habla de su deseo de ser líder lo que está esperando recibir son más
privilegios, más capacidad de manipulación y nada de responsabilidades. Por eso
tenemos más jefes excluyentes que líderes participativos.
El líder político por el cual
usted quiere abogar para los próximos tiempos, es una incógnita: está
enfrentado a considerar un mundo confuso, una población cada vez más
representativa, una economía menos regional que mundial, unos medios de
comunicación cada vez más activos y diversas emergencias con el medio ambiente,
principalmente. El antiguo concepto de los liderazgos autoritarios y
demócratas, con los cuales se construían las ideologías de derecha e izquierda,
están fuera de onda: ya sabemos que dichas nociones están revaluadas porque hoy
se confunden en una franja de centro que tampoco está definida del todo —como
lo vemos cuando examinamos, por ejemplo, las ideas de Jeremy Corbyn o Bernie
Sanders, para solo citar a estos dos anglosajones.
La globalización, dicho
muchas veces, acabó con la derecha y con la izquierda porque contaminó a los
partidos de sus propensiones al mercado, por una parte; y de hacerlos mirar
hacia los menesterosos en la búsqueda de formas de igualdad que antes no se
debatían, por otra. Un liberal colombiano no está muy lejos de los
conservadores, excepto en detalles relacionados con la religión o la identidad
de género; de resto hay que raspar muy meticulosamente para hallar una
diferencia sustancial entre unos y otros.
En consecuencia, la
política, al decir de Feyman, es como una cebolla llena de capas y será
inevitable que acabemos frustrados al observar la complejidad de las mismas. Es
esta la razón por la cual la exigencia de un liderazgo en política es mucho más
difícil y múltiple al punto en que sus requerimientos sobrepasan en mucho las
nociones principales de la administración de empresas, donde la ética es menos
exigente y comprometedora.
Y como si fuera poco, se
está hablando de los líderes sociales y tampoco sabemos qué clase de personas
son ellos y de qué manera manejan los problemas sociales: ¿actúa el dirigente
analizando los problemas solo desde el punto de vista tradicional de la
causa-efecto, o en cambio procede con un método más sistémico que abarque todas
las diferentes situaciones de esos mismos problemas? En la respuesta a esta
inquietud encontraremos al líder que trabaja en función de orientar y resolver
dificultades, o el que solamente desea centrarse en el corto plazo, en la
confrontación en detrimento de la cohesión social y a un paso nada más de las
viejas y malas costumbres políticas.
Reciba un cordial saludo,
Jaime
Lopera Gutiérrez
Armenia, marzo 2019