domingo, 27 de diciembre de 2020

In memoriam Mario Arrubla

 Inés, algo se perdió en mí cuando Mario se fue. Hoy mi esposa me ha deleitado con un rissoto de la mejor calidad y este plato italiano me evocó de inmediato un dialogo de Estanislao con Mario que oí en el café Los Cardenales en torno a Gramsci, con el cual se me abrieron los oídos a la dialéctica y sus activismos inevitables. Empeñado en esta evocación me dio por recobrar a Sartre Cien Años, ese libro en el cual puso Mario sus mejores condiciones de polígrafo: eligió los autores, hizo y supervisó las traducciones y las ilustraciones, invitó a sus amigos más inteligentes y recopiló la bibliografía para completar ese enorme volumen sobre Sartre (más de 460 páginas) que es una joya para calificar a su editor como un sobresaliente intelectual sin apariencias. Solo con pensar en la gran cantidad de tiempo y energía que gastó Mario para diseñar y dar al público este libro (la exigencia consigo mismo y el respeto a sus colaboradores), me releva de verbalizar otras lecturas suyas en Estrategia que le sirvieron a mi mente adolescente para explicar la realidad de un país que yo estaba viviendo, como joven militante del MRL y como mensajero de Gabo en Prensa Latina  --según la foto que circula profusamente en unos libros. Creo poder decir, Inés, que este recuerdo no pasa de un par de evidencias, pero tiene el mérito de servir a mi propósito de ratificar la identidad que esa época me proporcionó la semicercanía con tu padre. 

sábado, 26 de diciembre de 2020

de la novela y su extensión

 Liz,

Sobre novela breve no es mucho más lo que se puede decir. Excepto que empieza a ponerse de moda, tal vez porque la prisa de los tiempos nos obliga a leer rápido en estos países y los cuentos también cumplen ese mismo propósito. Lo que asombra es ver en las playas de esta época a una señora con una novela de mil paginas, de esas que solo escribía Don Delillo, o una cortica como las novelas policíacas y de aventuras. Eso quiere decir que para gustos no hay disgustos.

Personalmente creo que ese debate, desde el punto de vista de los autores, ya se está gastando: lo que cuenta no es la extensión (breve, larga, larguísima) sino el contenido, el mensaje. Los ojos de un editor serán por supuesto diferentes: prefieren una novela entre 80 mil y 200 mil palabras que se vende, a muchos títulos de poesía que no se venden. En EEUU es peor: muchos escritores escriben con la mirada puesta en una película de su novela, porque así van a ganar un dineral.

Entonces ya el asunto es individual: uno como cuentista (y estoy viviendo en carne propia esa experiencia), construye un cuento de 200 a mil palabras con cierta facilidad, pero cuando se mete a las ligas mayores necesita un proceso de adecuación. Por ejemplo, empecé un relato con ánimo de enviarlo a un concurso de Novela Breve en España, pero cuando se venció la fecha del envío no estaba siquiera en la mitad. Algo hay que se me atraviesa: reviso el diseño, la bibliografía que estoy usando, repaso las líneas, rediseño los personajes y en este ajetreo se me va el tiempo. Parálisis por análisis, como dice mi aforismo.

Mi novela trata del viaje de los restos de Gardel cuando los argentinos pidieron expatriarlo desde Medellín en 1935. Hay un personaje real que sobrevivió al accidente y se perdió: yo lo redescubrí, le di una voz, una cara, una familia y un oficio para que contara lo que ocurrió antes y lo que pasó después. Gardel no es mi personaje sino el pretexto para ambientar unas situaciones políticas argentinas que precedieron el viaje y otros pormenores de luchas por el poder que ocurrieron aquí durante el gobierno de López Pumarejo. Ahí voy.  Entonces, mientras no termine este esfuerzo, veré aplazada la posibilidad de diseñar una novela sobre la Violencia en el Quindío que tiene pocos cultores.

En las novelas de Moravia hay personajes así, voy a repasar las que tengo. De modo que puedes ayudarme describiéndome un personaje italiano que lo pueda añadir a la figura del mejor amigo de Gardel, Alfredo Le Pera, administrador y compositor, que lo acompañó por muchas parte de su vida.


Libros en los camellos

En su libro de 1996,  A History of ReadingAlberto Manguel describió a un potentado persa del siglo X quien, según los informes, viajó con su colección de 117.000 libros cargados a lomos de "cuatrocientos camellos entrenados para caminar en orden alfabético". Esta es la mas ilustrativa demostración de la razón por la cual la cultura persa floreció  brillantemente en su época. 

Suposiciones sobre la mediocridad

A       Hace unos días le escribía a mi amigo AR que se me había venido a la cabeza una meditación reciente y quería compartirla al riesgo y por cuenta propia mientras me llegaban otros datos para mejorarla.  Llevo tiempo con esa carga y no me atrevía a enunciarla para no herir susceptibilidades sin una idea germinal. Y creo que ya encontré esa idea: ¿será que el síndrome de los quindianos es la mediocridad? He tratado de darle respuesta a esa pregunta y casi siempre caigo en un mar de lugares comunes que no me satisfacen: ¿por qué la mediocridad  se ensañó con nosotros? Lo sigue entonces es una generalización personal que puede ayudar a pensar algunas de las razones de nuestro subdesarrollo.

    Una primera versión, que no me gusta demasiado pero puede servir de ayuda, la he denominado, tal vez impropiamente, como genética: los quindianos no heredamos del todo la energía, la vitalidad, la necesidad de alcanzar logros que tenían los primeros colonizadores ---quienes además de conseguir plata (un baldío, una finca, un almacén, una recua) traían consigo de Antioquia unos valores cristianos más o menos sólidos. Por cierto que esos valores religiosos eran mas humildes que los protestantes, cuyo objetivo principal era el beneficio, el logro, con cuyo criterio Lutero empezó el cisma religioso en Alemania alegando que ser rico era una obligación de la humanidad, concepto que dio origen, según varios autores, al capitalismo de la época[1].

    Hablando de nuestro pasado lejano, y de sus maneras de ser, hubo muchos colonos paisas que se derramaron por Aguadas, Pácora y Salamina, por Salento, y por Pereira por supuesto, pero aquí también vinieron los boyacenses y los caucanos, entre otros, que no son unas etnias interesadas en el progreso sino en la estabilidad: ellos son mansos, tímidos, laboriosos, maliciosos y en cambio los descendientes de antioqueños son aventados, gritones, apostadores y machistas, y estas conductas son mas parecidas a la ética de los protestantes en cuanto al afán por el dinero que aquellos valores arraigados y conservadores que mostraban los orientales.

    Observen este ejemplo, que imprudentemente lo llamo sociológico: a principios del siglo XX en Calarcá hubo dos calles, la calle de Fusa habitada por cundiboyacenses –muchos de ellos provenientes de Anaime[2]-- que cultivaban papa, yuca y arracacha con muy buen tino y se enriquecieron sacando sus cosechas en mulas y bueyes hacia Cajamarca e Ibagué con estupendos resultados. La otra calle, que abarcaba la plaza principal, estaba compuesta por familias de raigambre antioqueña, casi todos cafeteros, jugadores y caballistas que les interesaba más el bienestar de sus familias y la conservación de sus fincas cultivando plátano y café que no exige un trabajo afanoso sino durante la cosecha y permite cierto confort en el entretiempo. 

    En una investigación elemental que hice hace años (de gabinete, no de campo), encontré que los calarqueños de la calle de Fusa solían mandar sus hijos a la Universidad del Cauca, en tanto que los de la Plaza de Bolívar no les importaba sino conservar la finca y administrar la botica, el almacén y los peones durante la recolección. Sin embargo, hubo una generación de ricos propietarios, de ascendencia antioqueña casi todos, que en la década del 50 se fueron para Bogotá ahuyentados por la Violencia y educaron a sus hijos en la capital, algunos de ellos con lujo de competencia, pero no regresaban sino a las fiestas de la cosecha en junio. Dejaron sus propiedades aquí y las administraban con mayordomos que les rendían virtuosas cuentas por teléfono. Sus hijos e hijas fueron y son profesionales destacados en Bogotá (todavía hay allá una docena de ellos que pueden mencionarse), pero nunca más regresaron al Quindío sino en sus recuerdos de la mazamorra y el dulce de vitoria. Esta situación (fielmente repetida en Armenia donde los ricos se fueron en la misma época para Cali) dejó al Quindío sin una excelente clase dirigente profesional que le hubiese dado un importante lustre a la región.

    Una segunda versión más despiadada de la mediocridad está relacionada con el tema del clientelismo político que aún subsiste con diferentes mañas. La dichosa paridad que nos dejó el Frente Nacional –hasta que se abolió años después— obligaba a que los directorios políticos proveyeran a dedo los empleados en forma paritaria: si había un jefe de sección conservador, había que nombrar un jefe de sección liberal sin darle demasiada importancia a su idoneidad. De esa manera se fueron improvisando roles y cargos en manos del primer incompetente que apareciera primero y las exigencias de las funciones de la administración pública fueron cayendo en empleados mediocres para quienes lo importante era conservar el empleo. El sistema político (aquí y en todo el país, por supuesto) se sostenía mediante esa práctica porque los caciques pagaban con puestos las ayudas de sus amigos y ellos se convertían en una palanca que servía para alimentar la reelección con los votos amarrados de la familia y de los vecinos.

    Nace así lo que denomino el fenómeno de la sumisión vergonzante que se explica así: en una región donde el empleo es muy escaso, yo acepto el empleo que me das pero me da vergüenza tener que aceptar a cambio tus órdenes y requerimientos, incluso de los corruptos, para que mi familia no pase necesidades. El frente nacional creó esa cultura y ella impregnó las costumbres políticas hasta el día de hoy. Los principios y los programas de progreso no valen nada porque la perpetuación en el poder, por parte de los caciques y sus conmilitones, se hace por la vía de la burocracia pública y de sus contratos como lo vemos a diario. Ya es conocida la historia de la fábrica alemana de compost de ABB que se retiró abruptamente de Armenia debido a una discusión personal en la Junta de esa empresa entre dos importantes ingenieros quindianos que solo querían tener para sí el contrato de movimiento de tierras!

    En este hipotético escenario, la sumisión vergonzante da origen a la mencionada mediocridad: los funcionarios así nombrados, desde el más alto al más bajo, evitan correr riesgos innecesarios, se prestan a componendas, esconden información, falsean cifras y no trabajan nada más de lo que deben porque “haga o no haga llega la paga”. De esta manera se disemina por todas partes una conducta de actos grises y anodinos que escasamente sirven para un crecimiento ordinario de la economía local. Los mejores profesionales (salvo notables excepciones desde luego) actúan así y, acuciados por sus propias familias de no crear problemas en el trabajo, se van deslizando por un tobogán de mediocridades que no tiene ya salvación alguna. Ni se diga de los esfuerzos perdidos por los docentes universitarios cuando observan que la enorme consagración a sus deberes se ha perdido del todo.

    Que todo esto que escribo a vuela pluma sirva como una hipótesis, es lo menos que puedo aguardar al describirla.



[1] Puedo dar bibliografía de McClelland, de Tawney, de Sombart, de Weber (y aun el libro de Lopez Michelsen sobre la estirpe calvinista de nuestras instituciones) pero será abundar demasiado.

[2] Anaime fue fundada por el antioqueño Jesús Maria Ocampo, Tigrero, pero los orientales llegaban primero allí antes de venir al Quindío y ocupar las laderas orientales de esta región con cultivos de papa, yuca y arracacha.

lunes, 6 de julio de 2020

los cuerdos

    No hay duda que la ciencia ha derrotado muchas cosas, en especial cuando la razón y la cordura han asumido el merecido reinado que tiene acorraladas a la religión y a las creencias místicas --no tanto al grado de exterminarlas, sino abriendo con ellas un espacio de coexistencia. Mientras más gente adopte posturas escépticas, incluso agnósticas, el mundo espiritual podrá navegar en sus propias aguas. Sólo que ambos fenómenos encuentran hoy una barrera incontrovertible que el mundo actual nos ha venido entregado, la incertidumbre. Esta es una real amenaza que puede ahogar a muchos en el mundo y solo los cuerdos tienen el equipo mental para enfrentarla. 
    Carlos Castaneda decía desde Tuxcan que el miedo, la claridad, el poder y la vejez eran los verdaderos enemigos del hombre. En los momentos actuales el verdadero enemigo es el miedo a la incertidumbre porque los otros no ayudan a la existencia como lo hace la seguridad de afrontar lo inesperado y desafiar la fatalidad de la sorpresa. 
   Desde luego que para algunos este tipo de reflexiones carecen de importancia: ellos comen los huevos que salen del culo de una gallina y esa ocurrencia no les produce ni mucho menos un pensamiento divertido. 

miércoles, 3 de junio de 2020

el doble principio del poder

Existe lo que suele llamarse el principio doble del poder. Se explica muy fácil: cuanto mas poder se tenga, mayor es la capacidad para hacer el bien. De igual modo, existe una versión contraria: cuanto más poder se tenga, mayor es la capacidad para hacer el mal. 

martes, 21 de abril de 2020

prólogo a los cuadernos de flynn


Lo que vamos a contar enseguida es una cadena de acontecimientos, ocurridos en diversas épocas y en diferentes escenarios bajo el signo de una fatalidad a la cual no le cabría la sospecha de determinista. El panorama de una vida es tan desigual que unir sus fragmentos en un conjunto ligeramente homogéneo es una tarea casi imposible; de allí surge el descrédito de las biografías y, aun peor, de las autobiografías con las cuales un personaje podría reivindicar algunos aspectos de su rica o menguada existencia.
Si subsiste la ficción como una posibilidad narrativa, ella es también una contingencia entre una verdad inasible y una realidad asequible. Tampoco alcanza a ser una postverdad porque la coherencia de los hechos tiende a superar el énfasis de las emociones. Esa es la clase de indeterminación que convoca a la imaginación como principal encubridora de unos sucesos que nunca se conocerán hasta el fondo.
Dirán que estamos fabricando una coartada para seguir adelante con estas historias sin la expectativa de que sean aceptadas. Habrá entonces mucho ruido en torno a ellas: los amantes devotos, los dueños de algunos pormenores, los intérpretes, los adoradores del sol, los músicos que lo evocan, los testigos indirectos, los testimonios ex post facto, los fabricantes de leyendas, los uruguayos, los franceses, los argentinos, y una pléyade de apasionados que van a gritar desaforadamente porque un hombre de una cultura distinta se atreva a pernoctar al lado de la leyenda.  
Por fortuna no se trata de asumir un riesgo al que debamos gambetear sagazmente. Se trata, si es posible decirlo, de poner los ojos donde tal vez otros no los hayan puesto, o por lo menos con descuido.


hablando de tangos


Con un amigo con el cual hablábamos de tangos se nos ocurrió descifrar algunas cosas. Por ejemplo, aludiendo a la curda, nos ratificamos en la idea de que el lunfardo es aún un lenguaje desconocido pero exclusivo del cual se puede hablar bajo muchas circunstancias. Valga un ejemplo: un desconocido ciudadano de las islas Canarias dio a conocer por Yahoo, al través de una de esas páginas gringas que llaman de preguntas&respuestas, el significado de una metáfora del tango Cambalache (1935) de Enrique Santos Discépolo que es toda una novedad al entenderla. Dice un verso del dicho tango: 
“Herida por un sable sin remache, ves llorar la biblia junto a un calefón”.
          “Sable sin remache” se llamaba un gancho donde se colgaba el papel higiénico en los inodoros de Buenos Aires. Durante mucha parte del siglo XIX se utilizaban las bacinillas, o tazas de noche, cuyos contenidos solían arrojarse por las ventanas al grito de “agua va” dizque para prevenir desatinos. Los baños comenzaron a instalarse mucho después en las llamadas familias “bien”, aunque poco después se popularizó el asunto con mucha velocidad.
Al construirse los baños, de igual manera se diseñaron duchas para que la gente con medios pudiera lavarse todo el cuerpo con cierta periodicidad, cosa que en verdad no ocurría con mucha frecuencia. Por obvias razones, al pie de la ducha se instalaba un calentador de agua denominado un “calefón”. Como el papel higiénico todavía no estaba disponible, las familias debían utilizar papel de los periódicos, u otros papeles más sedosos como el llamado “papel Biblia” --habilitado en las Biblias suministradas por las sociedades protestantes que las regalaban a sus posibles devotos, y a otros menos piadosos que vieron la oportunidad de utilizarlas en los baños...y por supuesto se proveían de ellas en suficiente cantidad.
Cuentan los que saben que aquellos piadosos creyentes perforaban una tapa del libro y lo colgaban en un gancho de alambre (llamado “sable sin remache”) al lado del calefón de tal modo que dichas Biblias en definitiva suministraban el papel higiénico a innumerables familias porteñas y durante mucho tiempo de una época en la que Santos Discépolo produjo ese tango de universal aceptación.


jueves, 26 de marzo de 2020

el excelsior y el café los cardenales

Con motivo de un correo de Orlando Ramirez Casas sobre un reconocimiento que le hicieron en un club de Medellín, se me ocurrieron algunos recuerdos de mi juventud bogotana que, en resumidas cuentas, aparecen en la respuesta de enseguida. 
   Orcasas, hay una asociación predecesora de SAMUEL, la SOCODEMU, que fuera creada por el economista Jorge Child Vélez (London School of Economics), a su turno tinieblo/marido/esposo de la pintora cartagenera Cecilia Porras. Child, del alto chiribiquete bogotano, la fundó en compañía (dicen) del orquideologo y cineasta Guillermo Angulo cuando ambos llegaron el uno de Londres y el otro de Milán a una cafetería famosa de la calle 18 con séptima en Bogotá llamada el Excelsior, donde se gestaron dos publicaciones famosas: la revista Mito de Gaitán Duran y Valencia Goelkel, y el semanario político La Calle, portavoz del naciente MRL de Lopez Michelsen y Uribe Rueda. Carlos Lemos Simmonds recién exhibía su credencial del  PC que solo vimos unos pocos.
   Evoco esta circunstancia de la Sociedad Colombiana de Elogios Mutuos, SOCODEMU, para contar que allí no se otorgaba ninguna membresía, ni daba gracias especiales a sus miembros, sino que bastaba una buena aclamación en público para que el aludido recibiera una capa invisible de armiño y una diadema. Fue así como, en ese mismo recinto, se consagraron Indalecio Liévano Aguirre, Felipe Salazar Santos, Francisco Socarrás, Francisco Norden, Virgilio Barco, Fernando Charry Lara, Ramiro de la Espriella, Eduardo Cote Lamus, Alfonso López Caballero, Jorge y Alberto Zalamea, Marta Traba, Hernan Vieco, y unos parvenu de la costa, Alejandro Obregon y Gabriel Garcia Marquez, quienes habían sido invitados por un paisa pintoresco llamado Fernando Botero.
  Enfrente al Excélsior existía (para nosotros, los outsiders) el café de un ansermeño que traía de esa región las coperas más hermosas y exuberantes para deleite de los piernipeludos que estábamos empezando a expulsar en Bogotá los acentos provincianos. Entre guaro y guaro, en Los Cardenales habitaba otra pandilla de promarxistas y sartrianos como Estanislao Zuleta, Armando Yepes, Marco Palacios, Ramiro Montoya, Delimiro Moreno, Mario Arango Jaramillo, Mario Arrubla y otros que nos mostraron al Pikety de entonces, Paul L. Baran, y nos desorganizaron el pensamiento romántico a los grecocaldenses. Pongo como testigos de esta entidad a los chicos de prensa a quienes copio este mensaje, testimonio de una época y de un lugar.  

miércoles, 25 de marzo de 2020

el negro


 Un bellísimo cuento de Rosa Montero.
 Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta. (Diario El País, 2005)

jueves, 12 de marzo de 2020

cuento sobre los ministerios


   En desarrollo de una historia anterior, se nos ocurrió que en definitiva debíamos hacer el esfuerzo de ser creativos en mi gobierno. Fue así como propuse diseñar los Ministerios de colores y de este modo se dieron las funciones de los dos primeros:
   --El Ministerio del Blanco se ocupará de las ovejas, de la nieve, de las nubes albas, de las gallinas blancas, del nácar, de los albinos y de los lecheros; del blanco de China que se usa como pigmento en la paloma blanca de Picasso, de los inodoros y los lavamanos; y cuando alguien sugirió la paloma de la paz le respondí que los más extremistas candidatizaban a los elefantes blancos sin darse cuenta que ellos dan mala reputación. 
   --El Ministerio del Negro se ocupará de la noche, de Mandela y sus seguidores, de las ovejas azabaches, de Louis Armstrong por supuesto, de las cajas negras, de las panteras de ese color, de la tinta Waterman, de los agujeros cósmicos, de las viudas negras y en especial de la franja inferior en la bandera de los angoleños que le hace el honor a todo un continente homónimo.
   Cuando nos proponíamos oficializar los otros colores, mi esposa reclamó que no le tocaran el pink pues el rosado era parte de sus obligaciones y solo ella decidiría cómo debía operar. Entonces dejamos la tarea para otra ocasión en que los planetas nos fueran más propicios. 

la bacinilla de batista

Una historia de Guillermo Angulo dedicada a Oscar Dominguez:
"Después de la revolución, me invitaron a Cuba a escribir el guión para una película sobre el secuestro de Juan Manuel Fangio. Como yo no conocía Cuba, decidí contar la historia con los ojos de un corredor italiano, o sea, como yo, un extranjero. Me estuve documentando, y una de las cosas que más me interesó fue ésta de la huida de Batista. Cuando ya el avión estaba listo para levantar vuelo, en la cabecera de la pista de Rancho Boyeros, Batista dijo: “Paren los motores. Se me olvidó algo importantísimo”. No valieron las advertencias de que los barbudos ya estaban llegando a La Habana. Él mando a un edecán a buscarle lo que se le había quedado en su residencia privada. Pasó un buen rato, y todos miraban nerviosos el reloj, mientras empezaban a oír explosiones y tiros de fusil. Finalmente apareció “el gallinazo del diluvio” con una bolsa negra, que contenía algo dentro que tintineaba. Se la entregó a Batista, quien, con una sonrisa, abrió la bolsa y sacó de ella dos preciosas y relucientes bacinillas de oro, mientras decía: “Yo sin ellas no puedo vivir. ¡Vámonos!”


viernes, 6 de marzo de 2020

soluciones burka


   El presidente Lopez Michelsen tiene más historias que Borges, unas muy ingeniosas y otras inventadas por sus amigos, o sus enemigos. Pero una característica de sus comunicaciones era su enorme capacidad de mirar el revés de los hechos, de distinguir al otro lado el pespunte rústico en los tapices que lucían más hermosos por delante. Allí atrás descubría aquellos asuntos por los cuales hacía pensar al país.
   Alguien recuerda que le llevó a López Michelsen un manuscrito sobre un libro en torno al derecho de amparo (que Lopez importó de la legislación mexicana) con el ánimo de que se lo comentara. Después que el presidente le dio una ojeada, el autor del libro le preguntó si valía la pena publicarlo o tirarlo a la basura. Lopez dizque le contestó: “No tengo tiempo para hacerle el prólogo, pero publíquelo: de tirarlo a la basura se ocuparan sus lectores”. Otros asumen que esta historia es de Chejov, el cuentista ruso.
   Hablando de respuestas ingeniosas, López también nos contó ésta solución de Kemal Atartuk, el padre de la Turquía moderna, que es toda un clásico: para que las mujeres dejaran de usar el burka tradicional en su país, inmediatamente llegó al poder emitió un decreto que decía: “Se prohíbe el uso del burka en todo el territorio nacional. Aquella mujer que lo lleve será calificada de prostituta”. Al otro día no había un burka en la calle.
   El jurista Jaime Castro nos contaba una vez que cerca de Moniquirá hubo hace años un paro en rechazo por una carretera que estaba por construirse para unir una población lejana y aislada con la vía central a Duitama. Los ganadores (que le tenían miedo a la civilización, a la televisión, a las putas y a las conservas) fueron los vecinos que habían creado el “Comité Cívico Pro-Contra la Carretera” quienes se atravesaron con éxito en este cambio por largo rato. Para los consultores gerenciales sobre la resistencia al cambio, este es uno de nuestros mejores ejemplos. Tales ingeniosidades también se pueden reunir bajo el nombre de “soluciones burka”.

libros rechazados

Mi amigo Oscar se duele, sin demasiado ruido y sin vergüenza, de un libro suyo que ha visto caminar inútilmente por varias editoriales. Entonces le cuento la historia de una obrita  que compré una vez en Génova, “Il Gran Rifiuto”, de Mario Baudino (Longanesi & C., Milano, 1991), sobre las muchísimas peripecias que pasaron Dostoievski, Mallarmé, Proust, Joyce, Hemingway, Calvino, Tolkien, Musil, Gore Vidal y otros para que les publicaran sus "necedades". En mi pésimo italiano, aprendido de la televisión y de los estibadores de Livorno, hubiese querido traducirlo en esa época como un desahogo a muchos que han pasado, y pasarán, por lo mismo.  

jueves, 5 de marzo de 2020

gabo y octavio paz

Leyendo algún escrito sobre la diferencia entre Octavio Paz y Gabriel Garcia Marquez reviví un argumento de mi vida: he leído casi todas las obras de los dos, y siempre encontré que la amistad de ellos era precaria aunque provenían (e iban) por caminos diferentes. Pero en el Laberinto a la Soledad de Paz encontré y aprendí muchas razones sociológicas de nuestra naturaleza americana, y luego en la narración El General en su Laberinto de Gabo hallé otras razones, más de idiosincrasia, para entender la respuesta política de los americanos. El uno desde el ensayo, el otro desde la novela, nos proveyeron de claves de interpretación de nuestra realidad, por encima de cualquier posición ideológica que mostraran ambos. Lo de GGM es estética, pura belleza; lo de Paz es reflexión que se hunde como un sable samurai en un objeto: ese es el argumento en el cual me pierdo cuando pienso lo difícil que es, al escribir, conjugar estos dos espléndidos esfuerzos. 

lunes, 10 de febrero de 2020

del paso y el idioma

Hace muchos años, cuando lo conocí en una Feria del Libro en Bogotá, gracias a la cercanía de mi amigo Antonio Montaña, le escuché esta historia a Fernando del Paso que deseo dejarla consignada antes de perderla. “Se cuenta en una fábula, de origen esópico, y que sin duda influyó en la Epístola de Santiago, que un hombre rico, para agasajar a un huésped distinguido, le pidió a su cocinero que le preparara los mejores manjares del mundo. Y así lo hizo el cocinero: preparó cinco diferentes platillos de lengua. Ante la indignación del amo, el cocinero arguyó que nada había mejor en el mundo, porque con la lengua se bendice y se ora, con la lengua se canta el amor y se alaba a Dios. Al día siguiente, les presentó a su amo y al huésped los peores platillos del mundo, que por supuesto también eran de lengua, porque con la lengua se maldice y se calumnia, con la lengua se hiere y se blasfema".

martes, 28 de enero de 2020

la pasión nos ciega

A propósito de una ecuánime reflexión de Orwell sobre la guerra civil española, Jose Woldenberg escribe en Nexos (enero 2020): "Quien haya presenciado un partido en algún estadio lo sabe. Los aficionados, pero sobre todo los fanáticos, jamás conceden que su propio equipo haya cometido una falta, mientras los adversarios, según ellos, una y otra vez deberían ser sancionados. La pasión los ciega. Sus deseos de triunfo impiden observar con un mínimo de objetividad lo que sucede en la cancha. Son meticulosos para denunciar las reales o supuestas infracciones del rival, pero se convierten en invidentes frente a los atropellos de los suyos".

domingo, 26 de enero de 2020

inmortal


   Cuando empezó a filosofar, Felipe cubrió todos los temas posibles desde la antigüedad hasta nuestros días. Al final su obsesión por el ser se redujo a conocer las causas de la inmortalidad. Visitó muchas universidades y bibliotecas, espigó en diversas escuelas, habló con mucha gente y su correo se llenó de mensajes. Un día, decepcionado por la falta de respuestas coherentes al alcance de su impaciencia, decidió que la principal revelación estaba en él mismo. Para confirmarla, esa misma tarde se ahorcó en la sala de su casa.



miércoles, 22 de enero de 2020

Combatir la pobreza


Alguien dice que la pobreza hay que repensarla, pero quisiera decir algo mejor: la pobreza hay que combatirla. Si se la combate a fondo habrá menos pobres, pero la inquietud siguiente es si ello sirve al democracia. Es decir, si hay menos pobres, ¿de dónde sacaría la democracia los votos si es con ellos que se ganan o pierden las elecciones?
            No lo escribo yo sino que lo dijo, en otras palabras, el Papa Francisco: los pobres son la carne de cañón para que los políticos los manipulen mediante subsidios, tejas, lechona o contratos laborales. Un pobre con baja educación cae fácil en estos engaños y acude a las urnas debido a la amenaza de quien compra su conciencia antes y le paga después. Con un tamal o 50 mil pesos compran mi voto. Solo que los pobres, si están educados, saben decir no.
            Este fenómeno ocurre tanto en los regímenes llamados socialistas (vale decir, las Misiones venezolanas) como en las democracias más conocidas dentro del sistema capitalista. En muchas democracias occidentales y en los países socialistas suceden situaciones semejantes. (En EEUU existe el llamado “spoil system” que cumple similares objetivos en casi todos los Estados). Si un gobierno le otorga a una persona un subsidio de alimentación o un empleo barato, de este modo amarra a un elector: si éste es desleal, pierde el subsidio (v.g., el Sisben) o el trabajo con el cual sobrevive su familia. Casos se han visto.
          En resumen, los políticos tradicionales en Colombia fingen ser generosos con los pobres para poderlos hacer sumisos y exigirles servidumbre el día de las elecciones. Miles de pobres subsidiados van por obligación a ponerse una camisa roja y salir a las calles con el objeto de apoyar al que le regaló la camisa, pero alguien estará espiando su presencia o su ausencia; si no cumple, será castigado. 
        Entre nosotros miles de pobres van a las urnas por unos pesos a votar por los corruptos que los han engañado. Como siempre hemos dicho, existe un antídoto en este escenario: la educación. Cuando hay más personas educadas, que piensan y debaten, es más difícil manipularlas. Mantener a la gente en la ignorancia (solo escuelas privadas, altas matrículas, discriminación) hace que aumente la participación de los manipulados. Educarla es el desafío eso sí es un verdadero cambio. La democracia progresista es el camino para combatir la desigualdad y reducir la dependencia.

jueves, 2 de enero de 2020

la moraleja del negociante

Una mujer totalmente desnuda entra a un taxi. El taxista se toma su tiempo, mirando a su pasajera de arriba hacia abajo.

Mujer: ¿Nunca ha visto a una mujer desnuda antes?
Taxista: Sí, la he visto.
Mujer: Entonces, ¿por qué me está mirando de esa forma? Conduzca ya, por favor.
Taxista: No: aún necesito asegurarme de si lleva algo de dinero.
La moraleja es:
·       Concéntrate en tu negocio.
·       Conoce las distracciones cuando las veas.


de cuentos y novelas


Sobre novela breve, le decía a una amiga, es bueno decir que empieza a ponerse de moda tal vez porque la prisa de los tiempos nos obliga a leer rápido en estos países y los cuentos también cumplen ese propósito. Lo que asombra es ver en las playas de esta época a una señora con una novela de mil páginas, de esas que solo escribía T. Mann, o las de estos autores tan publicitados que hacen novelas policíacas y de aventuras. Eso quiere decir que para gustos no hay disgustos.
Personalmente creo que ese debate, desde el punto de vista de los autores, ya se está gastando: lo que cuenta no es la extensión (breve, larga, larguísima) sino el contenido, el mensaje. Los ojos de un editor serán diferentes: prefieren una novela entre 80 mil y 200 mil palabras que se vende, a muchos títulos de poesía que no se venden. En EEUU es peor: muchos escritores escriben con la mirada puesta en una película de su novela, porque van a ganar un dineral.
En estas circunstancias, ya el asunto es individual; como te decía hace poco, uno como cuentista construye un cuento de 200 a mil palabras con cierta facilidad, pero cuando se mete a las ligas mayores necesita un proceso de adecuación. Por ejemplo, empecé una novela con ánimo de enviarla a un concurso de Novela Breve en España, pero cuando se venció la fecha del envío no estaba siquiera en la mitad. Siempre hay algo que se me atraviesa: reviso el diseño, la bibliografía que estoy usando, repaso las líneas, rediseño los personajes y en este ajetreo se me va el tiempo. Parálisis por análisis, como dice mi aforismo.
Mi novela trata del viaje de los restos de Gardel cuando los argentinos pidieron expatriarlo desde Medellín en 1935. Hay un personaje real que sobrevivió al accidente y se perdió: yo lo redescubrí, le di una voz, una cara, una familia y un oficio para que contara lo que ocurrió antes y lo que pasó después. Gardel no es mi personaje sino el pretexto para ambientar unas situaciones políticas argentinas que precedieron el viaje y otros pormenores de luchas por el poder que ocurrieron aquí durante el gobierno de López Pumarejo. Entonces, mientras no termine este esfuerzo, veré aplazada la posibilidad de diseñar una novela sobre la Violencia, en el Quindío, que hoy tiene pocos cultores.