Cuando empezó a
filosofar, Felipe cubrió todos los temas posibles desde la antigüedad hasta
nuestros días. Al final su obsesión por el ser se redujo a conocer las causas
de la inmortalidad. Visitó muchas universidades y bibliotecas, espigó en
diversas escuelas, habló con mucha gente y su correo se llenó de mensajes. Un
día, decepcionado por la falta de respuestas coherentes al alcance de su
impaciencia, decidió que la principal revelación estaba en él mismo. Para confirmarla, esa misma
tarde se ahorcó en la sala de su casa.
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