martes, 21 de abril de 2020

prólogo a los cuadernos de flynn


Lo que vamos a contar enseguida es una cadena de acontecimientos, ocurridos en diversas épocas y en diferentes escenarios bajo el signo de una fatalidad a la cual no le cabría la sospecha de determinista. El panorama de una vida es tan desigual que unir sus fragmentos en un conjunto ligeramente homogéneo es una tarea casi imposible; de allí surge el descrédito de las biografías y, aun peor, de las autobiografías con las cuales un personaje podría reivindicar algunos aspectos de su rica o menguada existencia.
Si subsiste la ficción como una posibilidad narrativa, ella es también una contingencia entre una verdad inasible y una realidad asequible. Tampoco alcanza a ser una postverdad porque la coherencia de los hechos tiende a superar el énfasis de las emociones. Esa es la clase de indeterminación que convoca a la imaginación como principal encubridora de unos sucesos que nunca se conocerán hasta el fondo.
Dirán que estamos fabricando una coartada para seguir adelante con estas historias sin la expectativa de que sean aceptadas. Habrá entonces mucho ruido en torno a ellas: los amantes devotos, los dueños de algunos pormenores, los intérpretes, los adoradores del sol, los músicos que lo evocan, los testigos indirectos, los testimonios ex post facto, los fabricantes de leyendas, los uruguayos, los franceses, los argentinos, y una pléyade de apasionados que van a gritar desaforadamente porque un hombre de una cultura distinta se atreva a pernoctar al lado de la leyenda.  
Por fortuna no se trata de asumir un riesgo al que debamos gambetear sagazmente. Se trata, si es posible decirlo, de poner los ojos donde tal vez otros no los hayan puesto, o por lo menos con descuido.


hablando de tangos


Con un amigo con el cual hablábamos de tangos se nos ocurrió descifrar algunas cosas. Por ejemplo, aludiendo a la curda, nos ratificamos en la idea de que el lunfardo es aún un lenguaje desconocido pero exclusivo del cual se puede hablar bajo muchas circunstancias. Valga un ejemplo: un desconocido ciudadano de las islas Canarias dio a conocer por Yahoo, al través de una de esas páginas gringas que llaman de preguntas&respuestas, el significado de una metáfora del tango Cambalache (1935) de Enrique Santos Discépolo que es toda una novedad al entenderla. Dice un verso del dicho tango: 
“Herida por un sable sin remache, ves llorar la biblia junto a un calefón”.
          “Sable sin remache” se llamaba un gancho donde se colgaba el papel higiénico en los inodoros de Buenos Aires. Durante mucha parte del siglo XIX se utilizaban las bacinillas, o tazas de noche, cuyos contenidos solían arrojarse por las ventanas al grito de “agua va” dizque para prevenir desatinos. Los baños comenzaron a instalarse mucho después en las llamadas familias “bien”, aunque poco después se popularizó el asunto con mucha velocidad.
Al construirse los baños, de igual manera se diseñaron duchas para que la gente con medios pudiera lavarse todo el cuerpo con cierta periodicidad, cosa que en verdad no ocurría con mucha frecuencia. Por obvias razones, al pie de la ducha se instalaba un calentador de agua denominado un “calefón”. Como el papel higiénico todavía no estaba disponible, las familias debían utilizar papel de los periódicos, u otros papeles más sedosos como el llamado “papel Biblia” --habilitado en las Biblias suministradas por las sociedades protestantes que las regalaban a sus posibles devotos, y a otros menos piadosos que vieron la oportunidad de utilizarlas en los baños...y por supuesto se proveían de ellas en suficiente cantidad.
Cuentan los que saben que aquellos piadosos creyentes perforaban una tapa del libro y lo colgaban en un gancho de alambre (llamado “sable sin remache”) al lado del calefón de tal modo que dichas Biblias en definitiva suministraban el papel higiénico a innumerables familias porteñas y durante mucho tiempo de una época en la que Santos Discépolo produjo ese tango de universal aceptación.