martes, 14 de mayo de 2019

el desertor


A Maria Teresa   
Durante un breve momento de distracción de los guardias en la penitenciaría agrícola, Eduardo, un civil inofensivo pero rebelde, desertó intempestivamente del ejército. En su fuga, y después de atravesar con dificultades una selva húmeda y espesa, emergió en una carretera veredal, fangosa y deteriorada, donde pudo hacer una pausa de respiro al iniciar la madrugada. Al aclarar el día, pudo ver muy cerca un campero destrozado en el barranco y con las luces aun encendidas. No había nadie adentro pero se veían huellas de sangre en el puesto del pasajero. En el asiento de atrás, Eduardo descubrió una maleta de cuero cuyo contenido, al abrirla, era un uniforme militar correspondiente al grado de un coronel Medina, aparte de otras prendas como calzoncillos, pañuelos, una tanda de medicinas y unos zapatos deportivos casi nuevos. Sin pensarlo dos veces, se vistió con el uniforme verde oliva, ocultó su vestido de convicto en un matorral, se puso la gorra del oficial y empezó a transitar por la carretera como un comandante en ejercicio durante una caminata de observación. A poco andar, un pelotón de soldados lo alcanzó y desde el saludo militar del sargento, Eduardo se dio cuenta que ahí mismo –gracias al uniforme-- estaba entrando al mundo del orden, la obediencia y la sumisión que le iban a permitir su sobrevivencia por un buen tiempo. No obstante, cuando ya estaba perdidamente enamorado del poder y los privilegios que este ofrece, le detectaron su engaño y le zamparon un disparo en la nuca del que nunca pudo recuperarse a pesar de sus numerosos sueños y nuevas ambiciones.