La revista digital Fronterad, que se publica en España centrada en el periodismo narrativo, no deja de darnos
sorpresas agradables con sus colaboradores. Esta vez se trata de un relato de Luis Carlos
Nieto quien describe un sugestivo pasaje de su experiencia en una carretera
española.
"El día 6 de
junio de 2016 nos convocó Andrés Sorel en el Episcopio de Ávila para presentar
dos libros suyos. Nuestro amigo Nino presentaba las Antimemorias de un comunista
incómodo y mi encargo consistía en presentar la reedición
de Las voces del
Estrecho. Presenté el libro recordando un suceso que nos
ocurrió tiempo atrás, en tres escenas y una realidad. Decía así:
Escenario
Una noche de verano en
Ávila. Años setenta. Pura transición, organizábamos lo que llamamos la Semana
Cultural de Castilla y León, en la entonces Casa de la Cultura, donde
celebrábamos debates y conferencias sobre cultura y política.
Primera escena
En un coche viajábamos
cinco personas entre ellas Andrés, Ana (su compañera) y yo. Íbamos despacio
porque la conversación era intensa. Al terminar de bajar la cuesta de la ermita
de Sonsoles nos adelantó un coche. Momentos después una nube de polvo lo
envolvió todo y paramos. Nos bajamos sobrecogidos.
Segunda escena
Se va despejando la nube
de polvo y delante de nosotros aparece un coche partido, destrozado y trozos de
chapa por todos lados. No había nadie y la cuneta y el asfalto estaban llenos
de billetes de mil pesetas. Muchos billetes de mil pesetas.
Cuando nos serenamos
oímos que desde el trigal venía una queja leve y una respiración cada vez más
fuerte. Era una persona herida que necesitaba auxilio y que estaba tendido
entre los surcos. Nos acercamos, le tocamos sin moverle y hacíamos lo poco que
sabíamos, que era animarle para que respirara, para que siguiera viviendo. Queríamos
que siguiera viviendo.
Aunque había poco
tráfico al cabo de unos minutos pararon otros coches. Una persona tomo el pulso
al herido y otros fueron a llamar a una ambulancia. Y nosotros intentando
convencerle de que se quedara en la vida.
Tercera escena
Irrumpe en escena un
hombre fuerte, voz ronca. Hombros anchos y cabeza más bien pequeña. Se dirige a
nosotros y nos increpa diciendo que la carretera estaba llena de billetes, que
dejáramos al herido y que entre todos recogiéramos el dinero, que estas cosas
siempre traen problemas. El hombrecillo no quería problemas. A nosotros se nos
había olvidado el dinero de la carretera, y seguíamos animando al herido,
hablándole para ver si con palabras le atábamos a la vida.
El hombrecillo de la voz
ronca y decidida no paró de recoger billetes hasta que llegaron las
ambulancias. No preguntó cómo estaba el herido. Andrés le miró todo lo mal que
pudo sin decir palabra.
La realidad
El herido en el
accidente sobrevivió a pesar del impacto tan fuerte (por eso lo cuento),
imagino que no por nuestras palabras de aliento, sino porque llegaron las
ambulancias y después los médicos harían un buen trabajo y el motivo de que
hubiera aquella parva de billetes dispersos por la carretera era porque se
trataba de un empleado de banca que venía de recoger la recaudación de los
pueblos de la sierra".