martes, 23 de abril de 2019

la propensión a la mediocridad


Esta semana santa la he dedicado en parte a la lectura de la biografía de algunos personajes de la historia que, a través de sus realizaciones nos han contado la clase de dedicación y de energías que ellos ponían en las empresas que organizaban. Leyendo los detalles de muchas de esas personas excepcionales que suelen reconocerse como líderes de una sociedad, me di cuenta de que la mayor y la más importante de sus virtudes es la perseverancia en su oficio, en su tarea, en su profesión. 
Por cierto en algún momento percibí que la perseverancia es un atributo positivo que ofrece muchas satisfacciones, en tanto que la terquedad es una sombra negativa y no pocas veces un obstáculo que se atraviesa en las realizaciones propias o en las de terceros.
Fue navegando en esas reflexiones cuando caí en cuenta de otra situación de la realidad cotidiana: hay otras personas que disfrutan haciendo muchas cosas a la vez, como picaflores que van de allí para allá asumiendo responsabilidades, dejando huellas interesantes en algunos casos, y permitiendo que su figura aparezca en varios sitios a la vez. Cambian de metas, cambian de intereses, cambian de oficio, son muy serviciales, las aman por su dedicación y conservan una gama muy amplia de admiradores y amigos.
En definitiva se me ocurre que es tal la variedad de opciones que ellas ofrecen, y el tiempo tan corto que pueden dedicarle a las muchas posibilidades con las que juega, que estas personas están condenadas a la mediocridad. Encontré que el nombre preciso de este comportamiento y es el de la propensión a la mediocridad: porque esta tendencia de abarcar muchas situaciones, de estar en todas partes, no le permite a su poseedor ser excelente en ninguna y más bien ser un transeúnte temporal de todas las oportunidades que le ofrece la vida.
Su realización personal se posterga cada día, en medio de la admiración de sus más cercanos, pero una muy privada e íntima insatisfacción parece que lo corroe todos los días.