miércoles, 22 de enero de 2020

Combatir la pobreza


Alguien dice que la pobreza hay que repensarla, pero quisiera decir algo mejor: la pobreza hay que combatirla. Si se la combate a fondo habrá menos pobres, pero la inquietud siguiente es si ello sirve al democracia. Es decir, si hay menos pobres, ¿de dónde sacaría la democracia los votos si es con ellos que se ganan o pierden las elecciones?
            No lo escribo yo sino que lo dijo, en otras palabras, el Papa Francisco: los pobres son la carne de cañón para que los políticos los manipulen mediante subsidios, tejas, lechona o contratos laborales. Un pobre con baja educación cae fácil en estos engaños y acude a las urnas debido a la amenaza de quien compra su conciencia antes y le paga después. Con un tamal o 50 mil pesos compran mi voto. Solo que los pobres, si están educados, saben decir no.
            Este fenómeno ocurre tanto en los regímenes llamados socialistas (vale decir, las Misiones venezolanas) como en las democracias más conocidas dentro del sistema capitalista. En muchas democracias occidentales y en los países socialistas suceden situaciones semejantes. (En EEUU existe el llamado “spoil system” que cumple similares objetivos en casi todos los Estados). Si un gobierno le otorga a una persona un subsidio de alimentación o un empleo barato, de este modo amarra a un elector: si éste es desleal, pierde el subsidio (v.g., el Sisben) o el trabajo con el cual sobrevive su familia. Casos se han visto.
          En resumen, los políticos tradicionales en Colombia fingen ser generosos con los pobres para poderlos hacer sumisos y exigirles servidumbre el día de las elecciones. Miles de pobres subsidiados van por obligación a ponerse una camisa roja y salir a las calles con el objeto de apoyar al que le regaló la camisa, pero alguien estará espiando su presencia o su ausencia; si no cumple, será castigado. 
        Entre nosotros miles de pobres van a las urnas por unos pesos a votar por los corruptos que los han engañado. Como siempre hemos dicho, existe un antídoto en este escenario: la educación. Cuando hay más personas educadas, que piensan y debaten, es más difícil manipularlas. Mantener a la gente en la ignorancia (solo escuelas privadas, altas matrículas, discriminación) hace que aumente la participación de los manipulados. Educarla es el desafío eso sí es un verdadero cambio. La democracia progresista es el camino para combatir la desigualdad y reducir la dependencia.