sábado, 25 de mayo de 2019

luteranos


Hace un tiempo conocimos esta singular historia: a principios del siglo XX, cuando los boyacenses comenzaron a construir una carretera hasta el municipio de Miraflores, un poblado al que se llegaba por caminos farragosos tras varias jornadas a caballo, sus habitantes se alborotaron todos porque iba a llegar la civilización, el trago, las putas y la gonorrea; por eso crearon el Comité Pro-Contra la Carretera que dio la batalla (infructuosamente) por muchos meses.
Hace poco recordé que esta misma historia con ocasión de la noticia del homenaje a Blas de Lezo en Cartagena. Pensando al revés (como le gustaba a Lopez Michelsen que siempre veía el tapiz por el otro lado) me dije que deberíamos crear más bien el Comité Pro-Contra Blas de Lezo: los objetivos de esta entidad consisten en defender la idea de que el corsario Vernon al vencer a los cartageneros  en 1741 habría podido ser la cabeza de playa de los ingleses en Colombia —como lo fueran los peregrinos del Mayflower en Boston en 1620 y el almirante Walter Raleigh en 1583 al conquistar al territorio de Virginia (bautizado así por una Reina a quien él le rendía sus favores de la cintura para abajo).
De este modo seríamos luteranos —quienes fomentaron el capitalismo mundial al señalar que hacerse ricos era una ofrenda al Señor—, y austeros casi en todo como los mormones del sur, y tal vez más tolerantes que muchos católicos de hoy. Nos hubiésemos evitado muchos despropósitos, hablaríamos perfectamente el inglés de corrido, beberíamos cerveza por pintas y no a picodebotella, Elton John presidiría las asociaciones LGTB y Wayne Rooney seria nuestro James frente a los sudamericanos.