jueves, 26 de marzo de 2020

el excelsior y el café los cardenales

Con motivo de un correo de Orlando Ramirez Casas sobre un reconocimiento que le hicieron en un club de Medellín, se me ocurrieron algunos recuerdos de mi juventud bogotana que, en resumidas cuentas, aparecen en la respuesta de enseguida. 
   Orcasas, hay una asociación predecesora de SAMUEL, la SOCODEMU, que fuera creada por el economista Jorge Child Vélez (London School of Economics), a su turno tinieblo/marido/esposo de la pintora cartagenera Cecilia Porras. Child, del alto chiribiquete bogotano, la fundó en compañía (dicen) del orquideologo y cineasta Guillermo Angulo cuando ambos llegaron el uno de Londres y el otro de Milán a una cafetería famosa de la calle 18 con séptima en Bogotá llamada el Excelsior, donde se gestaron dos publicaciones famosas: la revista Mito de Gaitán Duran y Valencia Goelkel, y el semanario político La Calle, portavoz del naciente MRL de Lopez Michelsen y Uribe Rueda. Carlos Lemos Simmonds recién exhibía su credencial del  PC que solo vimos unos pocos.
   Evoco esta circunstancia de la Sociedad Colombiana de Elogios Mutuos, SOCODEMU, para contar que allí no se otorgaba ninguna membresía, ni daba gracias especiales a sus miembros, sino que bastaba una buena aclamación en público para que el aludido recibiera una capa invisible de armiño y una diadema. Fue así como, en ese mismo recinto, se consagraron Indalecio Liévano Aguirre, Felipe Salazar Santos, Francisco Socarrás, Francisco Norden, Virgilio Barco, Fernando Charry Lara, Ramiro de la Espriella, Eduardo Cote Lamus, Alfonso López Caballero, Jorge y Alberto Zalamea, Marta Traba, Hernan Vieco, y unos parvenu de la costa, Alejandro Obregon y Gabriel Garcia Marquez, quienes habían sido invitados por un paisa pintoresco llamado Fernando Botero.
  Enfrente al Excélsior existía (para nosotros, los outsiders) el café de un ansermeño que traía de esa región las coperas más hermosas y exuberantes para deleite de los piernipeludos que estábamos empezando a expulsar en Bogotá los acentos provincianos. Entre guaro y guaro, en Los Cardenales habitaba otra pandilla de promarxistas y sartrianos como Estanislao Zuleta, Armando Yepes, Marco Palacios, Ramiro Montoya, Delimiro Moreno, Mario Arango Jaramillo, Mario Arrubla y otros que nos mostraron al Pikety de entonces, Paul L. Baran, y nos desorganizaron el pensamiento romántico a los grecocaldenses. Pongo como testigos de esta entidad a los chicos de prensa a quienes copio este mensaje, testimonio de una época y de un lugar.  

miércoles, 25 de marzo de 2020

el negro


 Un bellísimo cuento de Rosa Montero.
 Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta. (Diario El País, 2005)

jueves, 12 de marzo de 2020

cuento sobre los ministerios


   En desarrollo de una historia anterior, se nos ocurrió que en definitiva debíamos hacer el esfuerzo de ser creativos en mi gobierno. Fue así como propuse diseñar los Ministerios de colores y de este modo se dieron las funciones de los dos primeros:
   --El Ministerio del Blanco se ocupará de las ovejas, de la nieve, de las nubes albas, de las gallinas blancas, del nácar, de los albinos y de los lecheros; del blanco de China que se usa como pigmento en la paloma blanca de Picasso, de los inodoros y los lavamanos; y cuando alguien sugirió la paloma de la paz le respondí que los más extremistas candidatizaban a los elefantes blancos sin darse cuenta que ellos dan mala reputación. 
   --El Ministerio del Negro se ocupará de la noche, de Mandela y sus seguidores, de las ovejas azabaches, de Louis Armstrong por supuesto, de las cajas negras, de las panteras de ese color, de la tinta Waterman, de los agujeros cósmicos, de las viudas negras y en especial de la franja inferior en la bandera de los angoleños que le hace el honor a todo un continente homónimo.
   Cuando nos proponíamos oficializar los otros colores, mi esposa reclamó que no le tocaran el pink pues el rosado era parte de sus obligaciones y solo ella decidiría cómo debía operar. Entonces dejamos la tarea para otra ocasión en que los planetas nos fueran más propicios. 

la bacinilla de batista

Una historia de Guillermo Angulo dedicada a Oscar Dominguez:
"Después de la revolución, me invitaron a Cuba a escribir el guión para una película sobre el secuestro de Juan Manuel Fangio. Como yo no conocía Cuba, decidí contar la historia con los ojos de un corredor italiano, o sea, como yo, un extranjero. Me estuve documentando, y una de las cosas que más me interesó fue ésta de la huida de Batista. Cuando ya el avión estaba listo para levantar vuelo, en la cabecera de la pista de Rancho Boyeros, Batista dijo: “Paren los motores. Se me olvidó algo importantísimo”. No valieron las advertencias de que los barbudos ya estaban llegando a La Habana. Él mando a un edecán a buscarle lo que se le había quedado en su residencia privada. Pasó un buen rato, y todos miraban nerviosos el reloj, mientras empezaban a oír explosiones y tiros de fusil. Finalmente apareció “el gallinazo del diluvio” con una bolsa negra, que contenía algo dentro que tintineaba. Se la entregó a Batista, quien, con una sonrisa, abrió la bolsa y sacó de ella dos preciosas y relucientes bacinillas de oro, mientras decía: “Yo sin ellas no puedo vivir. ¡Vámonos!”


viernes, 6 de marzo de 2020

soluciones burka


   El presidente Lopez Michelsen tiene más historias que Borges, unas muy ingeniosas y otras inventadas por sus amigos, o sus enemigos. Pero una característica de sus comunicaciones era su enorme capacidad de mirar el revés de los hechos, de distinguir al otro lado el pespunte rústico en los tapices que lucían más hermosos por delante. Allí atrás descubría aquellos asuntos por los cuales hacía pensar al país.
   Alguien recuerda que le llevó a López Michelsen un manuscrito sobre un libro en torno al derecho de amparo (que Lopez importó de la legislación mexicana) con el ánimo de que se lo comentara. Después que el presidente le dio una ojeada, el autor del libro le preguntó si valía la pena publicarlo o tirarlo a la basura. Lopez dizque le contestó: “No tengo tiempo para hacerle el prólogo, pero publíquelo: de tirarlo a la basura se ocuparan sus lectores”. Otros asumen que esta historia es de Chejov, el cuentista ruso.
   Hablando de respuestas ingeniosas, López también nos contó ésta solución de Kemal Atartuk, el padre de la Turquía moderna, que es toda un clásico: para que las mujeres dejaran de usar el burka tradicional en su país, inmediatamente llegó al poder emitió un decreto que decía: “Se prohíbe el uso del burka en todo el territorio nacional. Aquella mujer que lo lleve será calificada de prostituta”. Al otro día no había un burka en la calle.
   El jurista Jaime Castro nos contaba una vez que cerca de Moniquirá hubo hace años un paro en rechazo por una carretera que estaba por construirse para unir una población lejana y aislada con la vía central a Duitama. Los ganadores (que le tenían miedo a la civilización, a la televisión, a las putas y a las conservas) fueron los vecinos que habían creado el “Comité Cívico Pro-Contra la Carretera” quienes se atravesaron con éxito en este cambio por largo rato. Para los consultores gerenciales sobre la resistencia al cambio, este es uno de nuestros mejores ejemplos. Tales ingeniosidades también se pueden reunir bajo el nombre de “soluciones burka”.

libros rechazados

Mi amigo Oscar se duele, sin demasiado ruido y sin vergüenza, de un libro suyo que ha visto caminar inútilmente por varias editoriales. Entonces le cuento la historia de una obrita  que compré una vez en Génova, “Il Gran Rifiuto”, de Mario Baudino (Longanesi & C., Milano, 1991), sobre las muchísimas peripecias que pasaron Dostoievski, Mallarmé, Proust, Joyce, Hemingway, Calvino, Tolkien, Musil, Gore Vidal y otros para que les publicaran sus "necedades". En mi pésimo italiano, aprendido de la televisión y de los estibadores de Livorno, hubiese querido traducirlo en esa época como un desahogo a muchos que han pasado, y pasarán, por lo mismo.  

jueves, 5 de marzo de 2020

gabo y octavio paz

Leyendo algún escrito sobre la diferencia entre Octavio Paz y Gabriel Garcia Marquez reviví un argumento de mi vida: he leído casi todas las obras de los dos, y siempre encontré que la amistad de ellos era precaria aunque provenían (e iban) por caminos diferentes. Pero en el Laberinto a la Soledad de Paz encontré y aprendí muchas razones sociológicas de nuestra naturaleza americana, y luego en la narración El General en su Laberinto de Gabo hallé otras razones, más de idiosincrasia, para entender la respuesta política de los americanos. El uno desde el ensayo, el otro desde la novela, nos proveyeron de claves de interpretación de nuestra realidad, por encima de cualquier posición ideológica que mostraran ambos. Lo de GGM es estética, pura belleza; lo de Paz es reflexión que se hunde como un sable samurai en un objeto: ese es el argumento en el cual me pierdo cuando pienso lo difícil que es, al escribir, conjugar estos dos espléndidos esfuerzos.