"Después de la revolución, me invitaron a Cuba a
escribir el guión para una película sobre el secuestro de Juan Manuel Fangio. Como yo
no conocía Cuba, decidí contar la historia con los ojos de
un corredor italiano, o sea, como yo, un extranjero. Me estuve
documentando, y una de las cosas que más me interesó fue ésta de la huida
de Batista. Cuando ya el avión estaba listo para levantar vuelo, en la
cabecera de la pista de Rancho Boyeros, Batista dijo: “Paren los motores.
Se me olvidó algo importantísimo”. No valieron las advertencias de que
los barbudos ya estaban llegando a La Habana. Él mando a un edecán a
buscarle lo que se le había quedado en su residencia privada. Pasó un buen
rato, y todos miraban nerviosos el reloj, mientras empezaban a oír explosiones
y tiros de fusil. Finalmente apareció “el gallinazo del diluvio” con una bolsa negra,
que contenía algo dentro que tintineaba. Se la entregó a Batista, quien,
con una sonrisa, abrió la bolsa y sacó de ella dos preciosas y relucientes
bacinillas de oro, mientras decía: “Yo sin ellas no puedo vivir.
¡Vámonos!”
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