viernes, 25 de octubre de 2019

bach, el hombre

  De repente descubrí, por un biógrafo llamado Ted Gioia, que Bach no era un santo. El músico de la cristiandad, un luterano a carta cabal, era un hombre de este mundo. En efecto, una reciente biografía muestra que no solamente componía música celestial, sino que su órgano le permitió procrear 22 hijos en el largo periodo de su vida. Nadie habla de su matrimonio con una adolescente, ni del consumo de cerveza que le pedía a sus benefactores, ni los constantes problemas disciplinarios que causaba en su relación con sus alumnos de música. Era un poeta musical que inventaba sinfonías, oratorios, cantatas, pero también tonos y arpegios y demás complacencias que los soberanos de su época le retribuían generosamente. Gracias a ese confort fue percibido como un hombre del status quo y, dice el biógrafo, al parecer era porque el status quo se adaptaba a su creatividad y sus prerrogativas: cuando era necesario forzar a los burócratas de la Corte, los forzaba con su influencia para así demostrar su independencia musical ante los poderosos. Para Gioia, Juan Sebastian Bach era un rebelde subversivo y así lo demuestra una semblanza no convencional de un familiar ilustre de las catedrales y sus órganos descomunales.