El
escritor Simon Sinek nos revela que existen dos clases de juegos: los juegos
finitos, como el fútbol y el ajedrez, donde los jugadores son bien conocidos,
las reglas del juego son fijas y el propósito final es muy claro.
En los juegos infinitos, por el contrario, como los negocios, la política o la vida misma, los jugadores van y vienen, las reglas suelen cambiar con
frecuencia y no hay un punto final definido. En los juegos infinitos que hemos
señalado, no hay ganadores ni perdedores sino un solo camino: adelante o atrás.
No hay duda que esta es una importante reflexión que motiva a saber que ganar no siempre es el mejor objetivo dado que, por lo regular, la ganancia es pasajera --lo mismo que la pérdida-- y que en su búsqueda a menudo se dejan regados muchos problemas, incluyendo la reputación de los adversarios.