Sobre novela breve, le decía a una amiga, es bueno decir que empieza a ponerse de moda tal
vez porque la prisa de los tiempos nos obliga a leer rápido en estos países y
los cuentos también cumplen ese propósito. Lo que asombra es ver en las playas
de esta época a una señora con una novela de mil páginas, de esas que solo escribía
T. Mann, o las de estos autores tan publicitados que hacen novelas policíacas y
de aventuras. Eso quiere decir que para gustos no hay disgustos.
Personalmente creo que ese
debate, desde el punto de vista de los autores, ya se está gastando: lo que
cuenta no es la extensión (breve, larga, larguísima) sino el contenido, el
mensaje. Los ojos de un editor serán diferentes: prefieren una novela entre 80
mil y 200 mil palabras que se vende, a muchos títulos de poesía que no se
venden. En EEUU es peor: muchos escritores escriben con la mirada puesta en una
película de su novela, porque van a ganar un dineral.
En estas circunstancias,
ya el asunto es individual; como te decía hace poco, uno como cuentista construye un cuento de 200 a mil palabras con cierta
facilidad, pero cuando se mete a las ligas mayores necesita un proceso de
adecuación. Por ejemplo, empecé una novela con ánimo de enviarla a un concurso
de Novela Breve en España, pero cuando se venció la fecha del envío no estaba
siquiera en la mitad. Siempre hay algo que se me atraviesa: reviso el diseño, la bibliografía que estoy usando,
repaso las líneas, rediseño los personajes y en este ajetreo se me va el
tiempo. Parálisis por análisis, como dice mi aforismo.
Mi novela trata del
viaje de los restos de Gardel cuando los argentinos pidieron expatriarlo desde
Medellín en 1935. Hay un personaje real que sobrevivió al accidente y se perdió:
yo lo redescubrí, le di una voz, una cara, una familia y un oficio para que
contara lo que ocurrió antes y lo que pasó después. Gardel no es mi personaje
sino el pretexto para ambientar unas situaciones políticas argentinas que
precedieron el viaje y otros pormenores de luchas por el poder que ocurrieron
aquí durante el gobierno de López Pumarejo. Entonces, mientras no termine este esfuerzo,
veré aplazada la posibilidad de diseñar una novela sobre la Violencia, en el
Quindío, que hoy tiene pocos cultores.
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