Una fórmula providencial para desembarazarse de un
impertinente aspirante a locutor sin futuro alguno la dio un día Gabriel
Muñoz a Juan Harvey Caicedo, examinador de los aspirantes por encargo del
Ministerio de Comunicaciones: “Dile, sencillamente, que no sirve para nuestro
oficio porque tiene los pies planos”.
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