Drácula estaba
leyendo que un rey alemán del medioevo, Wenceslao, le había vendado los ojos a
un verdugo de su palacio antes de decapitarlo él mismo con el objeto de ver
cómo era la muerte. Esta escena conmovió de tal manera a Drácula que olvidó sus
viejas andanzas y se internó en un monasterio de trapenses a rumiar sus culpas
y prepararse para la eternidad.
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